Subes al metro y te encuentras con un/una adolescente repantingado/a con los pies apoyados en el asiento vacío de delante. Los adultos miran con disgusto pero nadie dice nada, desaprueban y callan.
Vas en autobús, está lleno, hay jóvenes sentados que leen sus libros o escuchan música en sus “walkmans”. A su lado personas mayores de pie, que a duras penas resisten los arranques y paradas súbitas y ellos siguen ensimismados o lo aparentan y no alzan la vista. Nadie dice nada. Silencio.
En el instituto, subiendo a clase, un alumno se gira y ¡zas! lanza un escupitajo por el hueco de la escalera, los compañeros hacen ascos de forma exagerada y ríen, la tutora que subía detrás pregunta quién ha sido, nadie responde, el gracioso dice “se le habrá escapado a alguien”, los demás disimulan mal sus risas. Diez minutos más tarde, en el aula a un alumno le suena el móvil, la clase se interrumpe y la profesora le pide al dueño que se lo entregue, éste se niega y se justifica diciendo que lo ha llamado su madre. Después de un tira y afloja la profesora se lo queda. Al acabar las clases el padre enojado pide hablar con la directora y se queja de que a su hijo una profesora le ha robado el móvil nuevo que él no se va de allí mientras no se lo devuelvan.
No son casos inventados, suceden muy a menudo.
En el video adjunto, más sobre este tema.

Video maravilloso... que verdad tan verdadera!!! Si esque ni tanto ni tan poco... no se le debe de lavantar la mano a un ninyo, pero tampoco se le pueden dar tantas libertades, que despues pasa lo que pasa y los culpables los padres.
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